La vida como espejo del alma

El poder de la responsabilidad total

 

A veces sentimos que la vida nos castiga o nos premia, que nos arrebata aquello que amamos o nos devuelve lo que creímos perdido.

Nos aferramos a estas experiencias, intentando darle un significado desde el dolor o la alegría momentánea, pero la verdad es que todo esto no es más que una ilusión. Es el ego justificándose, intentando controlar lo incontrolable. La realidad es más profunda: todo lo que ocurre en nuestra vida es consecuencia de nuestras decisiones, acciones o inacciones.

En los momentos de mayor dolor, buscamos escapar. Nos refugiamos en ilusiones, en expectativas que nos alejan de la realidad, o caemos en un derrotismo que nos ancla aún más al sufrimiento. Nos engañamos creyendo que estamos cambiando, pero muchas veces seguimos actuando desde las mismas heridas, desde ese niño o niña herida que domina nuestras vidas desde las sombras.

El poder de la responsabilidad total

Nada cambiará hasta que asumamos la responsabilidad total de nuestra existencia. Esto significa observar con valentía todo lo que ocurre, mirar hacia adentro y aceptar aquello que nos pertenece y aquello que no. No se trata de culpas, sino de comprensión. Es un acto de amor hacia nosotros mismos: soltar lo que no es nuestro y abrazar lo que sí lo es.

 

“Liberarnos implica volver a ese niño o niña herida, mirar su dolor con ternura y entender que muchas de nuestras heridas tienen su origen en papá y mamá. Es necesario aceptar que ellos hicieron lo que pudieron con lo que tenían, y que aquello que intentamos salvar en ellos no nos pertenece.”

Liberarnos implica volver a ese niño o niña herida, mirar su dolor con ternura y entender que muchas de nuestras heridas tienen su origen en papá y mamá. Es necesario aceptar que ellos hicieron lo que pudieron con lo que tenían, y que aquello que intentamos salvar en ellos no nos pertenece. Dejar de cargar sus dolores y devolverles lo que es suyo es un acto de liberación.

La llave para SER

Cuando dejamos de justificar, de evadir y de culpar, encontramos la paz en aceptar que la vida es como es, que todo lo que ocurrió fue lo único que podía suceder. Es en esa aceptación donde reside nuestra verdadera libertad. Soltar el peso de las expectativas y reconciliarnos con nuestra historia nos permite liberar a nuestro niño interior y abrir las puertas al SER auténtico.

La vida no nos castiga ni nos premia. La vida simplemente ES. Es un espejo que nos muestra, una y otra vez, aquello que necesitamos sanar para ser libres. Al abrazar nuestras sombras y honrar nuestra historia, nos damos permiso para caminar hacia la luz de nuestra propia verdad.

 

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